lunes, 14 de marzo de 2016

Y cuanto más aceleras...

La invención de las armas de fuego causaron una revolución en las contiendas bélicas. La perfección de las mismas evoluciona por encima de otras investigaciones, y podemos suponer la inmensa sorpresa de las primeras víctimas que con armas blancas se enfrentaban a las de fuego. El principio básico fue el descubrimiento de la pólvora cuya explosión propulsaba los proyectiles a gran velocidad y distancia.

Y basta un pequeño acercamiento científico para cerciorarse de que, como dice la famosa frase, la bala no mata, lo que te mata es la velocidad de la bala.

Y ahí está el gran peligro, las grandes velocidades que alcanza y el uso de éstas con maldad o simplemente el mal uso, el uso inadecuado o el error humano. 

Imagen de Lorenzo Canales (IDEAL Jaén)
Pues lo mismo sucede a día de hoy con los vehículos. Que tienen el mismo peligro, la velocidad, y el uso inadecuado, el mal uso, el uso imprudente y los errores humanos. Y quizá cada vez que nos ponemos al volante no somos conscientes de que llevamos potencialmente una máquina de matar, bastante más peligrosa que una arma de fuego. Y somos capaces de contestar el whatsapp, ajustar el navegador, encender un cigarro, o incluso volver de un jueves de cata tras consumir alcohol y no ver que esa puede ser nuestra última fiesta, o el último paseo de ese matrimonio que tranquilamente paseaba por la acera del centro de la ciudad por donde en breve nos cruzaremos. 

Y al igual que un pequeño proyectil en la mano no deja de ser un insignificante objeto inofensivo, una pequeña imprudencia o distracción no deja de ser tan simple como el contenido de un SMS, pero a ambos, si los mezclamos con la velocidad, esa pistola o ese volante pueden hacer que, nuestra vida cambie radicalmente, y la de nuestras víctimas, y la de los seres queridos de ambos, o que incluso se acaben.

Que diferente hubiera sido este fin de semana para la pareja que paseaba por la calle Eduardo García Triviño, y para las jóvenes que iban al volante del todoterreno, y para sus familias…por no hablar del desgraciado accidente, con un fallecido, entre Cambil y Huelma. 

Si al coger el coche tuviéramos en mente la prudencia que ha de tener del cazador que desenfunda su arma, si recordáramos que la que mata es la velocidad de la bala, o del coche,… correrían muchas menos lágrimas por nuestras mejillas.


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