lunes, 4 de noviembre de 2013

Disfrutemos de cada detalle

No sirvas a quien sirvió ni pidas a quien pidió, pero ... enseña a quien te enseñó. Todo aquel que ha dado clase o, al menos, se ha preparado algo para explicarlo a otro, se da cuenta que cuando se transmite el conocimiento es cuando mejor se asimila. Todo aquel que ha sido padre, o madre, desde que asume lo que es tener hijos comienza a valorar en su justa medida lo que tus padres han hecho por ti.

Pues mezclemos ambas cosas, cuando quien te enseña es tu hija. Y no me refiero a la habitual brecha tecnológica que tratan de subsanar las nuevas generaciones sobre las anteriores. Estos días acompaño a mi hija mayor a un proyecto extraescolar de enseñanza a inmigrantes desfavorecidos. Y ella no es consciente, pero a la vez que les va enseñando el abecedario, vocabulario, gramática, escritura a un grupo de inmigrantes, un español va aprendiendo al mismo ritmo diferentes lecciones: Lecciones de amor, de generosidad, de entrega de tu tiempo, de falta de prejuicios, en definitiva un máster en filantropía.

Recuerdo cuando apenas caminaba, que una vez que íbamos de la mano por la calle con bastante prisa, y se paró en seco. Pensé que se le había caído algo, entonces se agachó, tirando de mi, y señaló una minúscula hormiga y me dijo “Papi, ¿qué es eso?”. ¡Era la primera vez que veía una hormiga!, fue un placer responder a sus preguntas, detenerme con ella y dedicarle todo el tiempo que necesitó, el mismo que ella me dedicaba a mi, enseñándome que para ver un detalle había que pararse, agacharse, y mientras yo le enseñaba cómo caminaba la hormiguita ella me enseñaba el ¿para qué las prisas?, las prioridades y las escalas de valores.

Hoy mantiene esa mente abierta, esa inocencia, esa pureza de corazón de ver en esos inmigrantes una mano hermana, negra, pero hermana, agrietada, pero hermana. Les brinda su ayuda sin de tú a tú, sin buscar recompensa, sin esperar nada a cambio, ni de ellos ni tan siquiera un reconocimiento externo. Pero como el día de la hormiguita, dando una lección añadida a éste que la observa.

Queridos oyentes, casi seguro que muchos de vuestros gestos diarios, que pensáis pasan desapercibidos, son una lección de vida profunda, así que vivid el detalle para que no piensen “no sirvas a quien sirvió”, sino, ¿para qué las prisas?.

Y una petición: acojamos con amor a estos inmigrantes temporeros, temporales y de cualquier condición. Que ya llevan lo suyo con el desarraigo.
 

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