lunes, 7 de noviembre de 2011

Al 76'17% le interesa la política poco o nada

Faltan trece días para las elecciones, ya estamos en campaña y esta noche es el debate entre el futuro presidente y el futuro jefe de la oposición.

En mi reciente época con responsabilidades en la gestión, en la denominada política universitaria, he tenido ocasión de conoce y hacer amistad con diferentes líderes políticos provinciales, alcaldes y alcaldesas, y políticos de la oposición; comprometidos con sus ciudades además sacrifican su vida personal y familiar  por el bien común.

Sin embargo es muy doloroso escuchar constantemente declaraciones descalificándose constantemente. ¿Son conscientes nuestros políticos de cómo se percibe su labor fuera de su cerrado entorno?.

Según una encuesta, hecha pública la semana pasada, al 76,2% de los españoles le interesa la política poco o nada, y seguro que cualquiera de ustedes conocen a alguien de su entorno (o ustedes mismos) indignados con la política.

Algo falla, ¿no creen?. ¿Está la sociedad española madura en esto de la Democracia?. Decía un catedrático de nuestra universidad, y gran analista político, que la manera de hacer oposición en este país está viciada y que debería reorientarse. La labor del que ha perdido las elecciones no debe consistir en criticar por todo al ganador, sino en fiscalizar que cumpla de la manera mejor posible el programa electoral que los ciudadanos han decidido.

Si cada corporación local no hubiera dedicado gran parte de su esfuerzo a quitar las piedras que le pone la oposición en el camino, ¿dónde estaríamos?.

Vaya desde aquí mi reconocimiento a aquellos políticos que honestamente se dejan sus pestañas por nosotros, y cuya labor no siempre se reconoce, pero en esta época de oferta y demanda a los ciudadanos les pido una reflexión sobre lo que reclama la sociedad. Al ciudadano le interesa el tranvía, el parque acuático, el bando de España, las circunvalaciones, la ciudad de la justicia, la ley del olivar, el sistema de almacenamiento privado,...no promesas, sino realidades que hagan entre unos y otros, para que no sea necesario que otro movimiento de indignados vuelva a tambalearle los sillones.

 El pueblo es soberano, el pueblo elige, el pueblo se puede equivocar, pero el pueblo no es tonto

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