
La veracidad de las respuestas suele cotejarse con las que se dan a preguntas de control, por ejemplo, si algún encuestado no conoce ni identifica al candidato o candidata, pero sí conoce el partido político por el que votará; o por contra identifica a un candidato o candidata pero lo ubica en un partido diferente al que lo presenta. Para obtener el resultado más preciso se pregunta por ambos y se cotejan las respuestas. Si se analiza el barómetro mencionado se puede comprobar como el número de indecisos supera al de votantes directos a la primera opción, y como lo que se trata es de estimar la intención de voto entonces se pueden comprobar que hay otras preguntas que parecen menos importantes pero ayudan a hacer esa fotografía: Teniendo en cuenta las respuestas a preguntas tales como a quien no votaría nunca, por qué partido tiene más simpatía, a quién votaron en las pasadas elecciones, y se sazona con el datos de la fidelidad tradicional de voto de cada partido, pues nos da los resultados “cocinados”. Pero como en los programas tan de moda, cada maestro de cocina tiene sus propios trucos e ingredientes y le da su propio sabor. Dicho todo esto, nunca debemos olvidar para quien se cocina, quién paga el plato, pues siempre tratará el chef de hacerlo a gusto del comensal, y aquí viene la parte menos científica: es evidente que una encuesta no sólo mide lo que hay sino que provoca reacciones sobre los mismos votantes, ya sea de movilización por miedo, de pasividad por verlo muy claro, de cambio de voto buscando el tan traído y llevado voto útil, etc. Pues queridos oyentes, les acabo de poner mi punto de sal, con el objeto de siempre, que nada se les indigeste, sino que tengan el conocimiento para que sean ustedes los que saquen sus propias conclusiones...y que aproveche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Toda opinión, desde el respeto, es bienvenida