El pasado sábado tuve la oportunidad de pasear la sevillana noche navideña. Calle Sierpes, La Campana, Alfonso XII,...una iluminación preciosa, las calles rebosantes de gente, bullir en los comercios de chicos y mayores con bolsas llenas,...y en un escalón sentado un inmigrante pedía limosna con un cartón que ponía “tengo hambre” y la gente pasaba indiferente ante su mirada.
Al día siguiente me enteré que no lejos de allí, un antiguo fontanero mal cenaba con su familia productos a punto de caducar que le donaba un supermercado. En una casa embargada por el banco, aunque aún sin orden de desalojo. Dos años llevaba sin trabajo, a causa del desplome del sector de la construcción, y se dedicaba a recoger cartones.
Horas después moría él, su mujer e hija.
Lamentable contraste social, acentuado en estas épocas de consumismo.
Dicen los datos que la brecha social entre ricos y pobres ha aumentado un 30%. Y como siempre miramos a los que tienen más nosotros juzgándoles con reproche, pero ¿nos miramos nosotros?, ¿no podemos privarnos de algo más independientemente de los que hagan los otros por mejorar a los más desfavorecidos que nosotros?.
Miremos más hacia dentro y hacia los que están peor que nosotros, y si queremos ser jueces, juzguemos primero nuestros propios actos y nuestra conciencia.
Faltan 9 días para la Navidad, la de todos.
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