La semana pasada estuve en el Centro Penitenciario Jaén II. Yo nunca había estado en un centro penitenciario, ni siquiera de visita, y he de confesarles que ha sido una experiencia. ¿Y a qué fui a la prisión?, pues gracias a que los profesores José Manuel Fuertes y Andrés Medina me dieron la oportunidad de dar una ponencia a internos del centro, bajo el paraguas del centro asociado de la UNED en Jaén.

Mi mayor reto era hablarles de las redes sociales, con dos inconvenientes importantes. El primero que ni había internet en el aula ni ellos tenían acceso a la red de redes en ningún momento en la prisión. Eso era como enseñar a jugar al fútbol sin balón ni campo. Pero lo más complicado era hablar de redes sociales a reclusos que podían llevar allí más de los 7 años que lleva Facebook en España o los 5 de twitter. Pero como toda dificultad se tornaba en la ventaja de ser sus ojos en un mundo que no ven, y al que van a llegar, y tratar de hacerles ver las nuevas oportunidades que había esperando fuera, a sus capacidades.
Como cada nuevo curso, no tengo claro cuánto aprendieron de mi, pero sí cuánto aprendí de ellos y con ellos. La despedida te encoge el corazón, pues toda docencia genera un vínculo, pero al ir atravesando las rejas hacia fuera ibas abriendo a la vez la mente, las ideas, el corazón, valorando algo tan esencial como la libertad, y pensando en esos reclusos que ni la tienen ni algunos ni la tendrán en mucho tiempo según me dijeron. Desde mi humilde opinión creo que permitirles acceso a internet con las restricciones adecuadas a cada caso, sería una ayuda a la reinserción , una ventana al mundo real de este lado, desde donde las cosas se ven de otra manera, pero desde el que debemos repartirles caridad y ayudarles a volver, y como dice la frase: no juzguemos su camino sin haber llevado sus zapatos.
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